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La seguridad y la paz como derecho

Por Anahí Fernández
El Comité Noruego del Nobel ha lanzado este año un mensaje contra el neoliberalismo al galardonar con el Premio Nóbel de la Paz, al bangladeshí Muhammad Yunus, llamado el "banquero de los pobres", premiando "los esfuerzos para promover el desarrollo social y económico desde abajo"
“Una paz duradera no puede lograrse sin que una parte importante de la población encuentre los medios para salir de la pobreza” declaró Ole Danbolt Mioes, presidente del Comité.
Yunus nació en 1940 en Chittagong en una familia que tuvo 14 hijos, de los cuales cinco murieron al nacer. Una hambruna devastadora que se extendió por Bangladesh en 1974, dejando cientos de miles de muertos, cambió su vida para siempre. Ese año, un viaje universitario le hizo cuestionarse cómo podrían alguna vez las modernas teorías económicas llevar justicia social a los pobres.
Explica Yunus: "Mientras la gente moría de hambre en las calles, yo enseñaba teorías económicas elegantes," "Me empecé a odiar a mí mismo, a la arrogancia de pretender tener las respuestas (...) Nosotros, los profesores universitarios, éramos todos tan inteligentes, pero no sabíamos absolutamente nada acerca de la pobreza que nos rodeaba (...) Decidí que los pobres mismos serían mis maestros" .
La decisión del Comité noruego nos hizo pensar en los mensajes lanzados desde las usinas de los poderosos en los que hablar de seguridad es hablar de represión, de fuerzas de orden y, en última instancia, de segregación de quienes son considerados peligrosos
Hace ya un tiempo que la representación del delito ha irrumpido con una fuerza desconocida en los medios. Las noticias sobre muertes violentas y asesinatos conforman un nuevo ritual que se ha incorporado a la agenda informativa que diariamente consumen millones de persona


Encuestas comparativas señalan que existe en casi todas partes del mundo una distancia entre el riesgo real de ser victimizado, y la percepción de la opinión ciudadana al respecto. En comparación con otras regiones del mundo no existen en el caso argentino estudios sistemáticos sobre la evolución de la opinión pública con relación a la inseguridad y el delito. Esto es así, aún teniendo en cuenta que la Argentina aparece como uno de los países en los que la distancia entre riesgo real y percepción es más notoria
Surge entonces una honda preocupación porque los temores reales o construidos nunca fueron buenos aliados de las libertades -cosa que como dice un estimado compañero, sabemos bien y en carne propia
En nuestro país, donde las relaciones de solidaridad fueron destruidas sistemáticamente por la aplicación de un modelo perverso, no es difícil que en la abrumada conciencia colectiva se piense como superación de los problemas de violencia e inseguridad en las políticas de “mano dura” “justicia sumaria” y distintas variantes de la llamada “Tolerancia Cero”, exportada por una usina del programa ultraconservador estadounidense, todo lo cual deriva instantáneamente en “penalización de la pobreza” y paradójicamente, en pensar en utilizar la violencia en escala como reaseguro ante la violencia individual
Así, el modelo de seguridad que se propone se apoya en el predominio de las medidas represivas, la criminalización de los excluidos - cuya seguridad ni siquiera se trae a debate - y la restricción de libertades.

Paz, derechos humanos, seguridad
Frente a esto entendemos que la paz, los derechos humanos y la seguridad ciudadana constituyen aspectos complementarios de un proyecto de consolidación democrática, asociado a la plena vigencia y a la efectiva institucionalización del Estado Social de Derecho
Contra la formulación estadounidense en la que en el concepto de seguridad predomina el aspecto militar, los canadienses han trabajado el concepto de seguridad humana asociado al disfrute de derechos, sustentado en el garantismo y en la oposición al concepto de seguridad sobre la base de la represión, el autoritarismo, la guerra, la agresión a otras naciones y la supresión de las garantías y derechos fundamentales
Desde este enfoque, en el Estado de Paraná, Brasil, los programas de inclusión social enfocados en educación y ciudadanía se convirtieron en uno de los ejes fundamentales de la prevención del delito, con un éxito reflejado en los bajos índices de criminalidad y delincuencia sumados a índices de seguridad encima del promedio nacional.
Ante una concepción represiva y retrógada que ha ido despojando a la seguridad de sus antiguas aliadas (la libertad, la solidaridad, o la confianza mutua) y que ha quedado reducida casi por completo a una parte marginal de su globalidad: la protección de la ciudadanía frente a la criminalidad, el Premio Nóbel señala que la paz y la seguridad son derechos que deben estar asociados a los principios de libertad, justicia social, participación ciudadana e igualdad.

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