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La impostura o el arte de hacer que vivimos en una ficción

Gracias a Follari pudimos leer este texto que compartimos

¿Por qué la animadversión contra los que no han hecho nada?

Ricardo Forster,

Una palabra recorre de izquierda a derecha la escena nacional; una palabra de oscuras y lejanas resonancias, con aire de engaño y de actuación, entre el vodevil y la sanata fidelpintista, aquel maestro del chamuyo que podía hablar sin decir nada al mismo tiempo que se ofrecía, a sí mismo, como el centro de todo sentido y de toda acción importante.

“Impostura” es esa palabra que se escucha acá y allá, entre las bancas parlamentarias y los cortes de ruta con costillares a la cruz y vinos boutique; palabra sesudamente pronunciada por formadores de opinión y noteros preparados para emboscar a los actores de tanta impostura con esa cuota de liviandad cool tan bien practicada por la estética de Cuatro Cabezas y de Caiga Quien Caiga.,

Se la usa con estilo, se la elige con cuidado para demostrar elegancia en el decir, como quien ha encontrado un giro literario que lo acerca a la escritura borgeana.,

Pero también se la usa cancheramente, dándole aire arrabalero y guiñando un ojo como quien se las sabe todas y es portador de la verdad última de todo lo que pasa en el país y, en especial, de lo que pasa entre los artistas últimos y más poderosos de la impostura que ocupan, según todos lo saben y lo dicen, la Casa de Gobierno desde hace un lustro, jugando con la realidad como quien hace malabarismos de prestidigitador para hacer que hacen lo que en verdad nunca hicieron.

Arte difícil en el que el matrimonio, dicen los que nunca se cansan de vocear la tan mentada palabra, se ha vuelto experto.

Ese arte que permite deslizarse por los territorios fabulosos de la ficción sin tocar nunca la dureza de lo efectivamente real pero haciendo como si siempre se estuviera modificando el curso de las cosas.

Magos de una retórica impostada que incluso les ha permitido, siguen expresando nuestros cultores del diccionario, inventarse el pasado convirtiéndolo de mediocre y gris, en heroico y mítico. Todo lo han trastornado: la memoria y la actualidad, el hacer y la verdad, las cifras y los precios, el presente y el futuro. Son, qué duda cabe, maestros de la impostura, artesanos del engaño, mistificadores de la realidad.

Con alguna inocencia, algo de ingenuidad siempre queda en nuestro espíritu, preguntamos, pregunto al lector que atentamente está perdiendo el tiempo tratando de descifrar hacia dónde se dirige el columnista con tan enrevesado lenguaje: ¿Por qué tanta animadversión contra los impostores que no han hecho absolutamente nada, sólo hacer astutamente, que hacían algo? ¿Cómo es posible que se los acuse tan recurrentemente de poner el giro hacia la izquierda para finalmente doblar hacia la derecha si simplemente son unos impostores que no han confrontado con ningún interés económico ni político?

Todo es ficción, irrealidad, incongruencia, vacío, astucia de quien o quienes no están dispuestos a modificar absolutamente nada.

Contra esa nada se levantaron los adalides de la Sociedad Rural, de la CRA y de la Federación Agraria. Ellos salieron a cortar rutas, no porque el Gobierno afectara sus intereses, su renta colosal, sino por nada de nada, porque sí, por las ganas de hacerse un asado a la vera de la ruta mientras desde la Casa Rosada nadie en verdad hacía nada, apenas seguir el juego de la impostura.,

Eso han venido diciendo, creo haberlo escuchado, los Lozano, los diputados del Si, el propio Pino Solanas y los cultores de una izquierda ya ni siquiera testimonial.,

Todo es una impostura, la resolución 125, la Corte Suprema, el juicio a Menéndez, la reestatización del sistema jubilatorio, las medidas en defensa del empleo y de los salarios, la política latinoamericana, signos de una falsedad o, mejor todavía, de un decir hueco que no se corresponde en absoluto con nada material.

Lo que nos hacen ver no existe, aunque cierta derecha no deja de ofrecer una permanente oposición ante ese (no) hacer del Gobierno que en verdad no ha tocado ningún interés y nunca ha hecho otra cosa que menemismo solapado, travestido, impostado e impuro pero consecuente con aquella matriz a la que sin embargo supuestamente no ha hecho otra cosa que rechazar.

Los Kirchner son una alquimia de Menem y Duhalde, nos dicen insistentemente, genios de la impostura que han logrado construirse enemigos reales que los atacan por decir que hacen lo que no hacen y por tocar intereses que en realidad no tocan.

Insólita situación en la que nada se comprende, porque la tensión y el conflicto que atravesó a la sociedad durante el 2008, el papel opositor de la alianza agromediática, son ficciones, juegos de espejo que ocultan la complicidad del Gobierno con los intereses de aquellos mismos que los vienen enfrentando con toda la artillería disponible.,

Extraña parábola que nos lleva a preguntarnos quién es el diseñador genial de tanta impostura y de tanta ficción en un país que nada de lo que ocurre, amigo lector, tiene que ver con lo que en verdad está ocurriendo. Podrán darse cuenta que estoy algo confundido, me confunde la palabrita tan usada, no termino de asociarla con lo que ha venido sucediendo en los últimos años.,

No acabo de relacionar esa notable actuación del matrimonio presidencial, que ha sabido engañarnos al mismo tiempo que no hacía nada, de aquello por lo que se levantaban en su contra los muchachos del campo, el Grupo Clarín, la Nación y sus editorialistas, la oposición política con su llamados a la catástrofe, aunque insistían, los impostores, con seguir jugando al juego de la impostura sólo por el placer de jugarlo, aunque imaginaban que tarde o temprano se les acabaría la cuerda.

¿Será, amigo lector, que los impostores son los otros, aquellos que hablan y hablan de impostura? ¿Será que detrás de esa palabra se esconde el sistemático intento por deslegitimar a un Gobierno que, más allá de nuestros acuerdos, no ha dejado de actuar sobre la realidad argentina poniendo en cuestión los intereses de esos mismos que los denuncian como impostores?

¿Acaso los cultores de la retórica de la impostura, cuando van por izquierda, prefieren un giro hacia la derecha deseando, aunque sin decirlo, una restauración conservadora? ¿Tal vez los que vienen desde la derecha no desean terminar de una buena vez con tanta impostura, aquella que ha intentado tocar sus intereses?

Extraño país en el que los conflictos políticos, sociales y económicos apenas se deben a una ficción o, peor aún, a una impostura. Nada de lo que sucede, le advierto estimado lector, tiene que ver con la realidad, incluso lo que ahora estoy escribiendo no es otra cosa que la impostura de una impostura.

¿Me entiende?

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